martes, 8 de agosto de 2017

EL INVIERNO****

Título original: Patagonia. El invierno. Director: Emiliano Torres. Guión: Emiliano Torres. Intérpretes: Alejandro Sieveking y Cristian Salguero. Producción: Fotografía: Ramiro Civita. Género: Drama. Público: Adultos.


Este lugar de la Patagonia es abstracción, soledad. La ópera prima de Emiliano Torres, Premio Especial del Jurado y Premio a la Mejor Fotografía en el Festival de San Sebastián 2016, ha buscado la rudeza del paisaje exterior e interior de los personajes. El invierno, es una película que trata temas universales como la lucha por la supervivencia, el cambio generacional, el mercado laboral o la relación del hombre con la naturaleza. Y todo en un entorno espectacular, en un tipo de vida que desaparece: la Patagonia argentina, donde un anciano y veterano capataz de un rancho de la Patagonia acaba de ser despedido de su trabajo, que va a ser reemplazado por un peón más joven. Este cambio no será fácil para él, pero tampoco para su sustituto. Por eso los dos tendrán que aprender, a su manera, a sobrevivir al siguiente invierno.

Con una larga trayectoria como ayudante de dirección en el cine argentino e italiano, Emiliano Torres debuta en el largometraje con El invierno, una película que podría calificarse de western pero que excede a esta categoría, y que transforma poco a poco su condición abrupta en una indefinible emoción. Torres ha trabajado con Albertina Carri, Emanuele Crialese o Marco Bechis, entre otros cineastas, lo cual hacía presagiar el estilo bronco y desnudo de su ópera prima, incluso el dibujo de sus personajes, siempre en el límite de algo, esperando algo, intentando olvidar algo. Pero también había prestado sus servicios en películas de Marcos Carnevale a Daniel Burman, algo que caracteriza a Torres como un técnico solvente, también polivalente, cuyo debut sólo le pertenece a él: El invierno acoge muchas de las características de un cierto “nuevo” cine argentino, contemplativo y distante, pero igualmente intenta construir un relato más tradicional, cuya estructura  –y ahí reside, quizá, su rasgo más personal— se enhebra y desenhebra a medida que avanza, interrumpiéndose constantemente a sí misma pero a la vez trazando un hilo dramático que culmina donde empezó, en un círculo perfecto.



Emiliano Torres ha dicho que "'El invierno' es una película sobre una gente y un mundo que desaparecen". Empieza con un grupo de trabajadores que llega a una hacienda de la Patagonia, dedicada a pastorear y esquilar ovejas. Ahí les espera el viejo guarda de la finca, también capataz, un solitario del que no sabemos nada y cuya única dedicación, a partir de ese momento, será observar a un muchacho igualmente callado y lacónico, que se convierte en un misterio para él y para el espectador.

La emoción que destila El invierno, no procede del discurrir de los hechos, ni siquiera del carácter misterioso de los personajes, sino del modo en que se entrecruzan su peculiar narrativa y los ecos que despierta. Podría decirse que estamos ante un relato solitario y mudo, con el escenario sublime y despiadado de la naturaleza: uno se imagina los silencios de Dersu Uzala y de Las aventuras de Jeremiah Johnson, e incluso la inhóspita y grandiosa naturaleza de The Ravenant, a caballo entre los géneros, e incluso con un tipo de violencia sorda más sucia que la que tienen los western como películas de acción. Es documental, drama y thriller de factura impecable.

La gestualidad, así como el paisaje agreste que la alberga, se transforma lentamente en una narración de resonancias épicas, como si algo así como un hálito mítico llegara al centro del drama para instalarse y convertir a esos pobres tipos en protagonistas de una leyenda destinada a narrarse de generación en generación, quizá al calor del fuego de esa misma hacienda, en otro invierno lejano, o en los hogares de la gran ciudad, tras una jornada de celebración familiar.

         
          Alejandro Sieveking

Torres demuestra una capacidad guionística muy notable, a la vez que logra inspirar a El invierno su callada emoción, que en el fondo surge de un relato sinuoso, de estructura compleja e inesperada, que cierra el círculo en la dura historia, sobria y elíptica, de dos hombres que luchan por la supervivencia.

Emiliano Torres comenta, en entrevista a RTVE.es: “Vivimos en un sistema en el que nos obligan a luchar entre nosotros, en el que parece que la única forma de sobrevivir es pisotear al prójimo. La vieja idea de la pelea de pobres contra pobres, de gente que tiene muy poco peleándose por las migajas. Como en mi película, al final de la cadena hay dos hombres peleándose por un techo que ni siquiera podemos calificar como un hogar”. “La pregunta que plantea la película -añade Emiliano- es sí en esa lucha por lo más elemental, por la supervivencia, corremos el riesgo de que el alma se nos hiele. Si realmente tiene sentido luchar por ser capataces de nuestras propias vidas. La película toma partido en esta batalla planteándonos ¿Hasta qué punto tiene sentido esa lucha? ¿Cuánto podemos ganar? y ¿Cuánto podemos perder, en la defensa de nuestros pequeños logros?. Son preguntas que creo que la película responde”.

“En principio –asegura Emiliano- nuestro peor enemigo somos nosotros mismos. Pero hablando de la película, encontramos una estructura económica, no sólo en Argentina sino en todo el mundo, donde la vida rural, los derechos de agricultores y ganaderos han sido pisoteados. Eso hace que los acuerdos entre trabajadores y patrones dependan prácticamente de la voluntad de los dueños, lo que hace que esas personas se aprovechen de sus empleados. Por eso sería necesario el control del estado para garantizar los derechos de la gente que trabaja en el campo.

Alejandro Sieveking (el capataz veterano que ya no tiene vida fuera de la solitaria Patagonia) y Cristian Salguero (el joven sustituto) han conseguido grandes actuaciones casi sin hablar. “Son actuaciones contenidas y con muy pocos diálogos –comenta Emiliano Torres-. No por una cuestión de estilo sino porque en la Patagonia es así. Hablan muy poco. Nadie dice lo que siente fácilmente. Son personas que se definen por sus actuaciones, por sus gestos. Eso fue un desafío enorme para los actores, pero lo superaron. Creo sinceramente que, más que interpretarlos, consiguieron convertirse en los personajes”. El chileno Alejandro Sieveking consiguió el premio al Mejor Actor, en el Festival de Biarritz, por su trabajo en esta película.


              Cristian Salguero


Otro de los actores protagonistas es el paisaje, fantásticamente retratado por el director de fotografía, Ramiro Civita. “Nos conocemos desde hace 20 años y rodamos la película completamente con luz natural, incluso las secuencias nocturnas. Es una película filmada en relación a la luz. Hemos adaptado las escenas a los momentos y horas en los que las rodamos. Más que una película hecha con luces, es una película rodada con brújula, relojes, amaneceres y puestas de sol. La cámara y la puesta en escena está construida en relación a la luz. Creo que era la única forma de rodar una película en ese lugar”.

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