lunes, 17 de noviembre de 2014

FACTORIAL: FÁBRICAS DE CREACIÓN Y CULTURA PARTICIPATIVA (II)



Factorial es el título de las Jornadas sobre Fábricas de Creación que se han desarrollado recientemente en el Centro Fabra i Coats en Barcelona del 29 al 31 de octubre.

Particularmente me han interesado durante estas Jornadas  las dimensiones de las nuevas formas de cultura hoy en día y para el futuro. Nuestra era, o es participativa o no lo será. No se trata de constatar cómo las RSS –como canales rápidos y en tiempo real de expresión de la gente- deciden hoy políticas de publicidad y marketing, retiran productos o linchan gestores; ni siquiera de usar la dinámica participativa como una herramienta “estética”, o políticamente correcta en la era 2.0 para conseguir resultados, apoyos o financiación.

Se trata de darse cuenta del poder de la gente: the power of the people, que siempre lo tuvo, pero ahora más que nunca desea tener arte y parte, desea hablar. Y tiene derecho porque no sólo es destinatario o espectador: quiere ser protagonista. Las Fábricas de Creación son centros enfocados a ser incubadoras o viveros de creación, facilitando espacios de ensayo, estudios para artistas visuales y plásticos, equipos, tecnología y materiales de producción, además de mayor visibilidad con el apoyo de las instituciones culturales públicas o privadas. Las Maison Fòlie en Lille Metropole, o Spinnerei en Leipzig; o Matadero Madrid, el Centro Fabra i Coats y Hangar en Barcelona, El Faro en México DF, entre otros, son fábricas de creación con diferentes metodologías y planteamientos.



El análisis del rol de los equipamientos culturales: funciones, retos y carencias

En cuanto a la democratización de la cultura -que fue uno de los elementos debatidos en el tercer bloque del taller- Xavier Fina explica la democracia cultural como un concepto ascendente (que va de abajo hacia arriba); mientras que la democratización de la cultura sería entendido como un concepto descendente -de arriba hacia abajo, de los organismos o instituciones hacia la población de base-. "Ahora tomaré prestado un concepto que empleó el director del Museo de Historia de Cataluña, cuando habló de la dislocación de la escala: el hecho de que implica una mezcla, un contacto entre la democratización de la cultura y la democracia cultural. Que la escalera se rompa y que ambos elementos queden al mismo nivel", apunta. La perversión de este proceso sería la entropía. "El desorden que podría generarse en el momento de dejar de lado los dos valores", dice Fina.

Uno de los retos que tienen los equipamientos y agentes culturales es "conseguir que la ciudadanía se apropie de la cultura, de sus lenguajes y conceptos; que los haga suyos, que la cultura no les sea ajena". En este sentido, el retorno social se consigue si la ciudadanía hace suya esta apropiación conceptual de la cultura: si el ciudadano comprende e interacciona con los valores culturales. La perversión de este concepto sería la banalización de la cultura. "Hacer más fácil, amable y banal la cultura y sus lenguajes y conceptos, con el fin de llegar a más gente". El objetivo pasaría –entonces- para "conseguir esta apropiación cultural de la población sin renuncia al alto nivel, y combinándolo con pedagogía, educación y formación de las diferentes capas sociales".

El último concepto es el de transformación, "la capacidad de las fábricas de creación cultural de lograr un cambio social, una mayor toma de conciencia a nivel cultural, una capacitación de comprender lenguajes modernos y una transformación del individuo y de la sociedad" , define Xavier Fina. "Si estos agentes culturales no generan un cambio social, una transformación, más allá del impacto económico que tienen no sirven para nada. Debemos creer que la cultura debe servir para la transformación social ", subraya Fina. "Este elemento transformador es el más polémico, porque implica que los ciudadanos no tienen que decidir lo que se gesta en las fábricas de creación cultural. Félix de Azúa escribía en uno de sus últimos libros de ensayo que la máxima de la Democracia es el mercado. Y el mercado habla y dicta lo que quiere la gente. Genera unas necesidades. Si preguntamos a la gente qué contenidos quieren, la gente actúa y los compra. Ahora bien, transformar significa violentar, ser un poco déspota y programar contenidos que la gente en un primer momento no elegiría. Subir el nivel”.

Uno de los trampas donde podrían caer las fábricas de creación cultural sería el de convertirse en centros de grandes públicos. "Si queremos transformar, tenemos que profundizar un poco. No ofrecer sólo lo más fácil, lo que triunfa seguro; lo que quiere la gente". ¿Y su perversión? El mesianismo o el despotismo. "Hay que encontrar un equilibrio; un difícil equilibrio entre lo que quiere el público y lo que necesitaría el público para ser más culto. Hay que generar dudas, hurgar en la autoconciencia del ciudadano, profundizar en la forma en que tenemos los ciudadanos de tomar decisiones en nuestras vidas. La definición de ciudadano no debería ser 'la persona que paga impuestos; sino la persona que es capaz de pensar y decidir; tomar decisiones ".


Diferentes gestores culturales proponen la idea de crear comisiones de ciudadanos interesados ​​en la cultura que asesoren a los programadores culturales para encontrar un equilibrio entre lo que el público querrá ver y las opciones culturales de alto nivel intelectual.
FACTORIAL: FÁBRICAS DE CREACIÓN Y CULTURA PARTICIPATIVA (I)

Factorial es el título de las Jornadas sobre Fábricas de Creación que se han desarrollado recientemente en el Centro Fabra i Coats en Barcelona del 29 al 31 de octubre.

Particularmente me han interesado durante estas Jornadas  las dimensiones de las nuevas formas de cultura hoy en día y para el futuro. Nuestra era, o es participativa o no lo será. No se trata de constatar cómo las RSS –como canales rápidos y en tiempo real de expresión de la gente- deciden hoy políticas de publicidad y marketing, retiran productos o linchan gestores; ni siquiera de usar la dinámica participativa como una herramienta “estética”, o políticamente correcta en la era 2.0 para conseguir resultados, apoyos o financiación.

Se trata de darse cuenta del poder de la gente: the power of the people, que siempre lo tuvo, pero ahora más que nunca desea tener arte y parte, desea hablar. Y tiene derecho porque no sólo es destinatario o espectador: quiere ser protagonista. Las Fábricas de Creación son centros enfocados a ser incubadoras o viveros de creación, facilitando espacios de ensayo, estudios para artistas visuales y plásticos, equipos, tecnología y materiales de producción, además de mayor visibilidad con el apoyo de las instituciones culturales públicas o privadas. Las Maison Fòlie en Lille Metropole, o Spinnerei en Leipzig; o Matadero Madrid, el Centro Fabra i Coats y Hangar en Barcelona, El Faro en México DF, entre otros, son fábricas de creación con diferentes metodologías y planteamientos.

La antigua fábrica Fabra i Coats, convertida en Centro y Fábrica de Creación, Barcelona

Intervenciones de personalidades del mundo cultural como la del broker cultural Colin Hicks, cuya tarea consiste en poner en contacto diferentes personas para crear proyectos culturales interdisciplinarios. Asesora particulares, gobiernos, empresas y su idea pasa por "escuchar diferentes conversaciones y hacer de puente entre personas que no tendrían la oportunidad de conocerse". El consejo que da a los emprendedores culturales es que piensen bien su estrategia y que actúen sin miedo. "Hay que atreverse a hacer, además de pensar".

También ha pasado por Factorial la gestora cultural Lillian Fellman, procedente de los Países Bajos,  directora de Programas y Desarrollo de recursos de una red global de residencias para artistas que acoge organizaciones e iniciativas culturales, ResArtis. ¿Hacia dónde habría que encaminar las políticas culturales? Fellman lo tiene claro: "La cultura debería seguir sus líneas básicas de acción y objetivos, sin depender excesivamente de las grandes corporaciones".

El sueco Patrick Liljegren es director del Departamento de Estrategias Culturales en Estocolmo subrayaba uno de los grandes éxitos que ha tenido su forma de gestionar la cultura. "A la hora de pedir una subvención para un proyecto o iniciativa cultural, la burocracia se reduce a rellenar un formulario y contestar 5 preguntas. Un comité evaluador que tiene expertos en diferentes áreas (artes escénicas, literatura, música) verifica los puntos y adecua el nivel de exigencia al importe solicitado. De esta manera todo es más ágil y generamos dinámicas culturales interesantes ".

El retorno social de la cultura

En cuanto al retorno social de las fábricas de creación y de otras propuestas culturales, según Xavier Fina, director de ICC Consultors, hoy surge el problema de cómo conjugar aspectos como la proximidad (conseguir el fomento de participación de una amplia base de la población en los equipamientos culturales) y la excelencia (conseguir difundir y promocionar la alta cultura).

Pero cuando buscamos la excelencia nos estamos refiriendo al concepto de exigencia, porque la excelencia tiene que ver con un resultado determinado que debe ser excelente. Pero la perversión y el peligro de determinadas prácticas culturales es la autorreferencia. "¿En qué basamos la exigencia? Qué consideramos que es bueno o válido? Lo que nosotros y nuestro círculo consideran que tiene un buen nivel. Nosotros somos los que ponemos el nivel de exigencia y nos referimos a este nivel. Y determinadas prácticas o resultados son considerados como buenos para determinado colectivo o círculo de personas les valida". El peligro es, según Fina, caer en la autorreferencialidad. "En el ámbito de la cultura el círculo es muy pequeño y puede pasar que un colectivo se crea fantástico para que los de su mismo círculo así lo consideren. Si entre todos nos autorreferenciamos, se pierde el concepto de exigencia. Por lo tanto la exigencia debería implicar un componente externo, o un juez fuera del círculo evaluado".

El segundo concepto parte de la idea de laboratorio. "Las fábricas de creación son un laboratorio que debe servir para innovar, para crear". Pero esta idea de laboratorio podría implicar el problema de la endogamia. Aquí se localizaría la segunda perversión: "algo que nos ayudaría a superar el dilema entre dirigirnos más hacia la esfera de la excelencia (y la programación de eventos y contenidos quizá más impopulares, pero que suban el nivel cultural del total de la población); o bien, hacia la proximidad (sacrificando una parte de la alta cultura, pero consiguiendo llegar a más capas de la sociedad) sería la idea de proceso : importa más el camino -el proceso- que los resultados ", introduce Xavier Fina. Pero podríamos encontrarnos de nuevo con otra perversión en este sentido: la improductividad. "Si estamos gestionando un espacio público tenemos que presentar resultados, aunque sean provisionales -o aunque se publiquen cada cierto tiempo-".

En cuanto a la cultura desde las diferentes esferas de lo público y lo privado, Fina destaca que "lo público" se relaciona con "lo común" y que la perversidad de la cosa común es incluirla dentro del apartado del ente corporativo. Y dentro del mismo punto, cuando se habla de eficiencia -que implicaría una mejora y una no malversación de recursos- "esta eficiencia si se pervierte se convierte en recortes sociales y culturales".


Por último, hay una apertura "conceptual, física y psicológica" de los centros culturales. "Una fábrica de creación ha de abrirse al mundo. No puede ser que sólo se invite a entrar los agentes que saben dónde van y por qué van". ¿El lado oscuro de la no apertura? "La selección. La selectividad: estos sí y otros no. La creación de élites. El elitismo ", apunta Fina.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

VIVIR SIN PARAR/BACK ON TRACK*****


Saber envejecer es un reto hoy en día, más que en otras épocas porque la esperanza de vida es mayor, la precariedad laboral motiva un gran número de pre-jubilaciones, se abren interrogntes sobre la cuestión del cuidado y la dependencia, y simplemente: la pirámide poblacional se ha invertido, ganando los mayores por goleada. Una película positiva e inteligente, con grandes golpes de humor y de drama. ¡¡Yo quiero ser como tú Paul Averhoff, y como tu mujer y socia Margot!! Una muestra de actitud libre y ligera ante la vida, de superación personal, de lucidez y de lucha por conseguir tus propios sueños: a cualquier edad. Una historia del heroísmo de no rendirse que toca el corazón. 

             Dieter Hallervorden es Paul Averhoff en "Vivir sin parar"

El próximo 14 de noviembre Karma Films estrena en cines españoles la película Vivir sin parar/Back to track, una historia vitalista y positiva dirigida por el cineasta alemán Kilian Riedhof y protagonizada por Paul Averhoff (delicioso y magnífico Dieter Hallervorden!), un corredor de maratón profesional ya jubilado que se resiste a aceptar que una vez cumplidos los 70 ya no queda más opción que rendirse a una vida monótona y aburrida en una residencia de ancianos, junto a su mujer Margott (insustituible Tatja Seidt). Hallervorden es un reputado actor cómico alemán, toda una leyenda en la industria del entretenimiento en su país, que con su interpretación ganó el premio al Mejor Actor en los German Film Awards. Se preparó con intensidad para su papel de Paul Averhoff perdiendo peso, cuidando su alimentación y haciendo ejercicio regularmente para demostrarse a sí mismo, igual que el personaje al que interpreta en Vivir sin parar, que podía enfrentarse a su edad a un reto físico como éste con éxito.

"Siempre hacia adelante" y "Somos como el viento y el mar", son los lemas de Margot (Tatja Seidt), entrenadora personal, socia y esposa

Vivir sin parar es un ejemplo de superación personal, una muestra de lucha por conseguir tus propios objetivos derribando barreras supuestamente impuestas por la edad o los prejuicios de los que nos rodean. Y de cómo también influye nuestra actitud positiva en otros, como el eco que despierta resonancias en muchos otros. Paul Averhoff fue una leyenda como corredor de maratón. Incluso ganó la medalla de oro en las Olimpiadas de Melbourne en 1956. Pero los días de gloria han pasado. Sienten los achaques, y Margot necesita asistencia médica por su delicada salud, aunque sus ganas de vivir y su capacidad de empatía están intactos. Ahora tienen más de 70 años y vive con su esposa Margot en un hogar de ancianos donde para entretenerse solo puede elegir entre el coro o las clases de manualidades. Y francamente, están hechos para mucho más.

                    Paul Averhoff corre el Maratón de Berlín

Paul -siempre junto a Margot y sólo con su apoyo- decide correr, que es lo que sabe hacer mejor. Y no sólo como terapia: el deporte reúne para él muchos ingredientes de oxigenación, eliminación de toxinas y superación de retos: se calza sus viejas zapatillas, 
se somete a las exigencias de su coacher y entrenador Margot -como en los viejos tiempos- , y ante el asombro de compañeros y cuidadores empieza a correr a diario por el parque de la residencia dispuesto a prepararse para la maratón de Berlín y repetir viejas hazañas. Con su empeño y su energía revitalizadora consigue el apoyo incondicional de "casi" todos sus vecinos de residencia. Pero las circunstancias, y otras dificultades propias de su edad le harán caer en una gran depresión y tendrá que buscar fuerzas para recuperar la ilusión, alcanzar su objetivo y cumplir la promesa que ha hecho a Margot.



Kilian Riedhof (Homevideo) dirige este drama de ficción, que como la vida, está lleno de de notas de humor que nos hacen reflexionar sobre la etapa final de nuestras vidas y cómo enfrentamos a ella, al paso de los años o a los obstáculos y limitaciones que nos vamos encontrando a nuestro paso. La película, contada desde una perspectiva absolutamente optimista, está protagonizada además de Dieter Hallervorden, un gran número de reconocidos actores del panorama cinematográfico alemán como Tatja Seibt (This is Love) en el papel Margot Averhoff, Heike Makatsch (Love Actually) en el papel de su hija Birgit Averhoff, Frederick Lau (Oh Boy) en el papel del joven auxiliar Tobías y Katrin Sass (Goodbye Lenin!) en el papel de Rita Müller, una de las enfermeras de la residencia. 


VIVIR SIN PARAR*****

Título original: Back on track. Director: Kilian Riedhof. Guión: Kilian Riedhof, Marc Blöbaum. Intérpretes: Dieter Hallervorde, Tatja Seidt, Heike Makatsch,Frederick Lau, Katrin Sass, Otto Mellies. Fotografía: Judith Kaufmann. Música: Peter Hinderthur. Montaje: Melanie Margalith. Productores: Bernhard zu Castell, Magdalena Psosteder, Boris Schonfelder. País: Alemania. Año: 2014. Género: Drama. Público: Todos  

martes, 11 de noviembre de 2014

NUNCA ES DEMASIADO TARDE/STILL LIFE


Un pequeño cuento sobre el individualismo de nuestra época llevado al extremo: cada vez hay más gente que muere sola.


Durante 22 años la vida del calmado y aislado John May, funcionario, ha sido trabajar para el consejo local del sur de Londres buscando a los familiares de los que han fallecido en paz. Trata de cara a cara con la muerte, con una carga de humanidad que no encuentra en las personas que conocieron alguna vez a los fallecidos. Los cuida a su manera. Se involucra más allá de su deber.

                   Eddie Marsan es John May

Pero en esta era de la "eficiencia", la meticulosidad de John ya no se considera un activo y su nuevo jefe hace que su trabajo sea completamente superfluo, haciéndole notar la carga de gastos que supone su sueldo y los gastos que origina para dar sepultura digna a los que mueren sin allegados. Pero le manda una última misión, encontrar a los familiares de un vecino que ha sido hallado muerto en su piso, y del que dieron cuenta los vecinos a las autoridades por el olor, Billy Stoke.


Este último caso va a hacer probar a John la vida, lo imprevisible. Poco a poco va uniendo piezas de la vida de Billy metódicamente, donde descubre rebeldía, desventuras, amor y arrepentimiento... y encuentra una pieza fundamental para él, la hija a la que Stoke abandonó, Kelly. Cuando John y Kelly se conocen se sienten naturalmente atraídos el uno por el otro y poco a poco su amistad les va abriendo infinitas posibilidades de vivir.


Una película interesante del sobrino de Visconti, Uberto pasolini, que aunque algo lenta, posee una magnífica interpretación de Eddie Marsan, y una fotografía (Stefano Falivene) que recuerda a la de Kaurismaki en Le Havre, que concentra su luz en la humanidad de los personajes.


Nunca es demasiado tarde***

Título original: Still Life. Director: Uberto Pasolini. Guión: Uberto Pasolini. Intérpretes: Eddie Marsan, Joanne Froggatt, Karen Drury, Andrew Buchan, Neil D’Souza, David Shaw Parker, Michael Elkin. Música: Rachel Portman. Fotografía: Stefano Falivene. Productora: Coproducción Reino Unido-Italia; Redwave Films / Embargo Films. País: Gran Bretaña-Italia. Año: 2013. Duración: 90 min. Género: Drama. Público: Adultos.