jueves, 11 de diciembre de 2014

MAGIA A LA LUZ DE LA LUNA/MAGIC IN THE MOONLIGHT****


El cinismo de Woody Allen sigue intacto. Esta vez su tesis es –como en otras ocasiones, pero recreando otra atmósfera de divertimento en los felices años 20- la capacidad de sugestión y seducción que posee lo irracional para el ser humano: de la magia, esoterismo y espiritismo; de lo espiritual (en el mismo saco); del amor. Magia a la luz de la luna no sólo invita a recordar hasta qué punto han sido recurrentes en su filmografía las escenas de magia o las irrupciones sobrenaturales, sino que desvela algo importante acerca de esa insistencia temática: para Allen, lo sobrenatural es una mentira necesaria, un placebo para paliar ese silencio de Dios que su cine nunca ha contemplado de manera trágica y existencialista. Lo sobrenatural es sólo el espejismo que anticipa aquella fuerza de la irracionalidad que es, en definitiva, lo único que puede convertir toda vida en algo imprevisible, único e inolvidable: el amor. Osea, valga lo irracional, pero sólo en el amor.



El reconocido hechicero chino Wei Ling Soo es en realidad Stanley Crawford (Colin Firth en registro histriónico pero adorable), un británico que odia a aquellos que afirman poder hacer magia. Animado por un amigo de profesión  de toda la vida, Stanley viajará a una mansión de la Costa Azul donde se aloja la joven vidente norteamericana Sophie Baker (Emma Stone), con el objetivo de poner a una multimillonaria viuda en contacto con su difunto esposo. Cuando el británico conoce a Sophie cree que pronto averiguará todos sus trucos para desenmascarla. Sin embargo, a medida que pasan los días la joven demuestra sus grandes dotes con todo tipo de hazañas. Ante estos sucesos Stanley comenzará a pensar que los poderes de Sophie son ciertos. Y, si eso fuera así, todo en lo que él cree se derrumbaría por completo.

             Emma Stone y Colin Firth en Magic in the Moonlight

Magia a la luz de la luna propone un juego  -del mago de lo lúdico y de las palabras como es Woody Allen- a partir de un sustrato temático en el marco de una comedia romántica en desaceleración melancólica de una screwball comedy. Las dos posiciones en conflicto son una afectada y agresiva racionalidad, incluso triste, encarnada en Stanley Crawford, al modo de Houdini, que ha decidido emprender su cruzada personal contra charlatanes y embaucadores en nombre del Más Allá, y contra una efervescente (y sólo supuesta) irracionalidad ceñida en la juventud, por un lado; y por el otro,  la mirada cautivadora de una joven vidente o espiritista fraudulenta en estratégico proceso de seducción. La seducción de la impostura –aun siéndola- porque en este caso es bella y contempla la realidad de una forma fresca y fascinante, a las personas y al mundo con mirada pletórica y radiante.

              Woody Allen en pleno rodaje de Magic in the Moonlight

En el último tramo de su carrera, a los 79 años recién cumplidos, Woody Allen parece entregado a la estimulante labor de desmontarse a sí mismo, volver sobre viejos temas y obsesiones, reformularlos no en busca de decir la última palabra sobre el particular u obtener la obra definitiva, sino de proponer un nuevo matiz o, simplemente, un nuevo juego.

Magia a la luz de la luna  propone un discurso tan lúcido como el que Medianoche en París (2011) formuló a partir de las trampas de la nostalgia, pero esta vez menos redondo que aquella, y sin embargo da mucho que pensar. La mentalidad contemporánea detesta y arremete contra la irracionalidad de forma selectiva; sin embargo hay una clave interesante para su apertura a lo espiritual tachado a priori como “irracionalidad”, y es que cuando se ama da igual lo racional que el asunto sea, incluso Dios.

Sin embargo Woody Allen sigue sosteniendo “yo soy un ateo estricto y no creo en esas cosas. Tengo una visión freudiana del mundo. Una vez coincidí en televisión con Billy Graham, el gran evangelista, y estuvimos discutiendo acaloradamente. Me dijo: «Cuando yo muera, aunque Dios no exista, habré vivido una vida mejor que la suya». Y eso es lo triste, que tiene razón. Yo he llevado una vida muy triste, sin esperanza, aterrorizado, una vida sin significado. Sin posibilidades de que haya un Dios o una vida después de la muerte. Dentro de no mucho tiempo el Sol se consumirá y el Universo entero se esfumará”. O también: “hago cine para no pensar en la muerte”… pero sí piensa en la muerte en realidad. ¡El ateo Woody Allen se está planteando cuestiones serias!

MAGIA A LA LUZ DE LA LUNA****

Dirección: Woody Allen. Intérpretes: Colin Firth, Emma Stone, Marcia Gay Harden, Simon McBurney, Catherine McCormack, Eileen Atkins, Hamish Linklater. Género: comedia. EE UU, 2014. Duración: 97 minutos.


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