lunes, 16 de octubre de 2017

EL JARDIN DE JEANETTE***

Título original: Una vie. Director: Stéphane Brizé. Guión: Stéphane Brizé, Florence Vignon (basado en la novela homónima de Guy de Maupassant). Intérpretes: Judith Chemla, Jean-Pierre Darroussin, Yolande Moreau, Swann Arlaud. Productora: Mylena Poylo y Christian Sacuto. Fotografía: Antoine Héberlé. Música: Olivier Baumont. País: Francia-Bélgica. Duración: 119 min. Año: 2016. Género: Drama. Público: Adultos.


Estrenada en el Festival de Venecia de 2016, y ganadora del Premio FIPRESCI 2016, El jardín de Jeannette es la nueva película de Stéphane Brizé basada en la novela de Guy de Maupassant ambientada en la Normandía de 1819, donde una joven mujer heredera de su fortuna familiar se enfrenta a un amor desgraciado y a las imposiciones sociales de su época, desde su juventud hasta su madurez amarga. Jeanne (interpretada por Judith Chemla) es una joven llena de sueños infantiles e inocencia cuando regresa a casa tras acabar sus estudios en un convento. Se casa con un vizconde local, Julien de Lamare, que no tarda en mostrarse como un hombre miserable e infiel así que, poco a poco, las ilusiones de Jeanne se desvanecen.

El jardín de Jeanette habla del despertar a un mundo desconocido, de las ganas de vivir una vida plena llena de amor, de la pureza de ideales y de cómo se van marchitando sus esperanzas de ser feliz, más preocupada por lo infinito que por la vida tangible, descubre que su marido lejos de amarla eternamente, irá minando su moral y su espíritu por sus continuas infidelidaes. El análisis romántico tardío lleno de crudeza y de melancolía, es típico de Guy de Maupassant. 



Empieza el tormento y la sequía que azota el jardín de Jeanne, donde se cuelan los demonios románticos que han condenado y perseguido a tantos personajes en la literatura. Jeanne comparte este sino de desgracia, el de una protagonista abnegada que arrastra con tristeza las mentiras y el sufrimiento con el que tiene que lidiar. Así, Sthéphan Brizé (La ley del mercado) se detiene a palpar la soledad, dilatando el tiempo sin perder un ápice en la presión existencial que rodea a Jeanne.

La narración está hecha de detalles de pureza estética visual y auditiva: gotas de lluvia en las ventanas, sol cálido de la primavera, crepitar del fuego, aullar del viento o de las olas en invierno. Muchas veces, calla y se permite escuchar la respiración de su personaje protagonista, su ansiedad y sus lamentos. De hecho, la mayoría del tiempo la cámara permanece estática y hay contados movimientos. Brizé crea de esta manera una atmósfera de gran intensidad, luminosa pero a la vez asfixiante, con ansías de hallar paz pero sin poder despojarse de lo melancólico.

La acción se contiene mucho alrededor de Jeanne, sobreviviendo a base de pequeñas elipsis y saltos al pasado y al futuro bien llevados. Ganadora del Premio FIPRESCI del Festival de Venecia de 2016, El jardín de Jeanette es un delicado retrato de la decepción de alguien que mira el mundo con ojos ajenos a la realidad.

“En el cerco doméstico de la ventana existe también un anuncio de una prisión femenina, que puede llegar a alcanzar aliento trágico”, escribía Jordi Balló en su libro Imágenes del silencio (Anagrama) a propósito del motivo visual de la mujer colocada frente a una ventana. En El jardín de Jeannette -la adaptación de Una vida, primera novela de Guy de Maupassant, que propone Stéphane Brizé- la imagen, en penumbra, de la actriz Judith Chemla, asomada a la ventana con gesto melancólico, se convierte en un motivo recurrente a lo largo de todo el metraje. Una nota única e insistente que refuerza esa de idea de cárcel femenina que va mucho más allá de la claustrofobia matrimonial: a Jeanette no solo le oprimirá la política doméstica de austeridad de un marido infiel, sino, también, los condicionamientos de clase cuando dicha clase social está de capa caída, una educación que no contempla actividades demasiado emancipadas para el sujeto femenino y, también, un amor maternofilial que acabará abriendo la puerta a una forma de parasitismo afectivo y económico.


Brizé decide aplicar sobre Jeanette la doble condena de encerrarla en un ancho de pantalla de formato académico (4:3) que refuerza la sensación de claustrofobia. Lo relevante va a ser la elocuencia del gesto del actor, transmitir al espectador la impresión de que se ha infiltrado en una realidad viva y orgánica –algo que estaba ahí, que no se ha construido para el objetivo de la cámara- y, ocasionalmente, subrayar detalles sensoriales, como ese dobladillo del vestido manchado de barro.

El jardín de Jeannette opta por un modelo de narrativa fracturada y elíptica, original en los recursos conmovedores del zoom de la cámara: las manos, los rostros, etc, periódicamente asaltada por el recuerdo de un luminoso paraíso perdido o la anticipación de la caída y el aislamiento.

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