LA ISLA DEL
VIENTO****
Director: Manuel Menchón. Guion: Dionisio Pérez, Manuel Menchón, José Javier
Rodríguez. Intérprtes: José Luis Gómez, Enekoiz Noda, Ciro Miró, Ana Celentano,
Victor Clavijo, Didier Roussel, Suamira Gil, Ruth Armas, Juan Carlos Tacoronte.
Fotografía: Alberto D. Centeno. Edición: Alejandro Lázaro. Dirección de Arte:
Estefania López-Peula. Diseño de sonido: Hernán Méndez, Martín Grignaschi,
Lucas. Música: Santiago Pedroncini. Productores: Rafael Álvarez , Nacho Monge,
Patrick Bencomo, Fito Pochat, Victor Cruz. País: España. Año: 2015. Duración: 105 min. Público: Todos.
Una pajarita
de papel se convierte en el hilo que ensarta la historia de La isla del viento, el primer
largometraje de ficción de Manuel Menchón (Málaga, 1977), director de cine que
pertenece a una generación nacida ya en democracia. En el Diccionario de la
Real Academia Española el significado de la palabra “cocotología”, con esta
definición: “Del fr. cocotte “pajarita de papel” y –logía, término
acuñado por Miguel de Unamuno”. “Arte de hacer pajaritas de papel”. El
nombre de Miguel de Unamuno (1864-1936) cobra vida en el relato de Menchón al
detenerse en un episodio clave en su vida y en la historia de España: el acto
celebrado en el Paraninfo de Universidad de Salamanca, el 12 de octubre de
1936, Día de la Raza. A pesar de la intensidad dramática de los hechos nadie
hasta ahora los había recreado en imágenes.
Salamanca, octubre
de 1936.Don Miguel de Unamuno sufre un nuevo enfrentamiento de los muchos que
ha tenido durante su vida. En este caso en la Universidad de Salamanca con el
general franquista Millán Astray. Este hecho le supone la destitución inmediata
como profesor y el arresto domiciliario hasta el final de sus días.
También se ha acercado
Menchón previamente al retrato lúcido de Miguel de Unamuno durante su exilio en
Fuerteventura por su oposición a la dictadura de Primo de Rivera en 1924, donde
experimenta una transformación interior importante. En la soledad existencial
que vive, Unamuno intentará nuevamente escribir “Don Quijote en Fuerteventura”,
obra deseada desde que viviera en la isla el exilio que mereció por sus
críticas al dictador Primo de Rivera. Mientras escribe, inmersos en los
pensamientos de Unamuno, recorreremos con él su etapa en la Isla y entenderemos
el verdadero significado que tuvo en su vida. Entenderemos cómo Don Quijote fue
aplacado por las bondades de la gente y la dureza de un clima desconocido para
él. Menchón viaja al terreno más íntimo y desconocido de Don Miguel de Unamuno,
quien cobra vida gracias a la brillante interpretación de José Luis Gómez.
La imagen de Unamuno
montado en un camello 1924 y otra imagen del escritor, sonriendo, con las manos
atadas por una cuerda que lo unía a su compañero de destierro en Fuerteventura,
el diputado Rodrigo Soriano. Un lugareño de Fuerteventura sostenía el extremo
de la cuerda que encadenaba a aquellos dos cautivos, en una escena que
bien podría describirse como una parodia de los galeotes quijotescos. En las
dos fotografías Unamuno no llevaba sombrero, a pesar del sol, calzaba unas
alpargatas blancas y vestía su peculiar traje negro que le confería el aspecto
de pastor protestante.
Condenado al
destierro por el dictador, Unamuno pasará cuatro meses en Fuerteventura –del 10
de marzo al 9 de julio de 1924–. Sus vivencias en la isla y lo sucedido doce
años después se enlazan en la película con la creación del personaje de Cala,
una niña pobre e inteligente en Puerto Cabras, una joven que ha accedido a la
educación, en Salamanca. Ella será la encargada de atesorar la pajarita de
papel. “Todos los rapaces de Puerto de Cabras conservan y quieren a estas
pajaritas de Unamuno”, escribía en 1924 un articulista en el periódico El
Tribuno de Las Palmas.
Unamuno
transforma Fuerteventura en un lugar mítico, en símbolo de lo más auténtico de
España, de la vida y de la libertad. El escritor dedica la primera parte de su
libro De Fuerteventura a París (París,
1925) a Ramón Castañeyra, de Puerto Cabras: “¡Ay, mi querido amigo, cuanto viva
mi alma y en la forma que viviere, vivirá en ella, (…), esa bendita isla rocosa
de Fuerteventura donde he vivido con ustedes, los nobles majoreros, y con el
Dios de nuestra España los días más entrañables y más fecundos de mi vida de
luchador por la verdad!”.
El escritor recordaba
la isla y a los que le habían acompañado en tertulias y paseos durante aquellos
meses: “Dejé esa roca llorando. Es que dejaba en ella raíces en la roca y
raíces de roca”. Y hacía dos promesas: “Volveré con el cuerpo, porque con el
alma sigo ahí”. La otra promesa, en la que insiste en varias ocasiones, es la
de escribir el libro que tratará sobre su cautividad y al que pondrá por
título: “Don Quijote en Fuerteventura, ‘Don Quijote en camello a modo de
Clavileño’”. Aquellos sonetos eran “un diario íntimo de la vida íntima
de su destierro. En ellos se refleja toda la agonía –agonía quiere
decir lucha– de su alma de español y de cristiano”.
En 1928 escribía
“tampoco todos aquellos sonetos son de circunstancias políticas aunque todos
ellos, hasta los que se podría llamar religiosos, y aún místicos, están
inspirados por la actualidad política de mi España. ¡Actualidad política! La
actualidad política es eternidad histórica y por lo tanto poesía”. O también
sobre su llegada a la isla, Unamuno escribe: ¡Oh, fuerteventurosa isla
africana,/ sufrida y descarnada cual camello,/ en tu mar compasiva vi el
destello/ del sino de mi patria!”. Unamuno recoge en sus poemas las
vivencias e impresiones cotidianas, como en el que escribe el 16 de mayo,
“mientras enteramente desnudo tomaba baños de sol en la azotea del “Hotel
Fuerteventura”, de Puerto Cabras”: “Al sol de la verdad pongo desnuda/ mi alma;
la verdad es la justicia”.
En sus
sonetos, el quejido: “¡Ay qué molino de viento/ Don Quijote de La Mancha,/ el
que en mi Fuerteventura/ me molió el gofio del alma!”. O la referencia a la
falta de agua en la isla: “¡Agua, agua, agua! tal es la magua/ que
oprime el pecho de esta gente pobre”. Recorre la isla a lomos de un camello;
visita, entre otros lugares, Betancuria y en un poema –“Enjalbegada tumba es
Betancuria”– describe la austera tristeza, la blancura del pueblo y de la
iglesia, donde se oían los rezos de unas majoreras tocadas con sus mantillas
blancas. Toda su producción literaria tan amplia, es rico manantial para el
excelente guión de La isla del
viento, que tiene especial fidelidad “al paisaje del alma” sensible y
poética, pero no olvida las anécdotas vitales y la dimensión política de su
protagonista junto al sentido del cine como arte y entretenimiento.
El gran actor
de teatro y director de La Abadía José Luis Gómez da vida a Unamuno en una
magistral e inolvidable interpretación. Alberto Centeno, el director de
fotografía, capta la belleza de la luz y los paisajes isleños para convertirlos
en un personaje esencial. Todo ello, –unido a la música, la dirección
artística, los personajes secundarios que cumplan la función de dar la réplica
al irascible y conmovedor Unamuno– nos demuestra que la creatividad, el trabajo
en equipo, el empeño en contar una buena historia, no están reñidos con un bajo
presupuesto.
A pesar de
haber nacido en Bilbao, Unamuno, como una experiencia religiosa, descubre la
mar en Fuerteventura, y llega “a una comunión mística con ella”. Si el 24 de
mayo, contemplando el último retrato de su mujer escribe: “Eres tú, Concha
mía, mi costumbre”, pues ella es su “baluarte”, su “más hondo consuelo”, a
finales de junio escribirá: “Te has hecho ya, querida mar, costumbre”. Durante
días, por la noche, Unamuno acudía a la costa “a ver si llegaba señal del barco
francés que había de sacarme del confinamiento”. Y en un soneto del 25 de mayo
leemos estos versos: “Ya como a propia esposa al fin te abrazo,/ ¡oh mar
desnuda, corazón del mundo!”. En el barco, rumbo a Francia, recordará una
carta de su “amigo del alma J. E. Crawford Flitch”, su traductor al
inglés, que lo acompañó cuarenta días en la isla. Flitch hablaba de que ahora
estaba regresando al “desierto de la civilización”, y sus palabras inspiran
estos versos de Unamuno: “Un oasis me fuiste, isla bendita;/ la
civilización es un desierto/ donde la fe con la verdad se irrita.”Con la ayuda
M. H. Dumay, director de Le
Quotidien, que había arreglado todos los detalles, Unamuno se había fugado
de la isla. En un comentario escribe: “El día 9 nos evadimos y el 11 llegamos a
Las Palmas, donde me reuní con mis hijos. Unos días antes, el 2 de julio, había
llegado su amiga argentina Delfina Molina Vedia de Bastianini, mi amiga
argentina, con su hija, y se fue el 6”.
En De Fuerteventura a París abundan
los sonetos en los que Unamuno muestra su indignación ante la situación
política. Alfonso XIII es a menudo objeto de su ira. Se burla de él por su
cultura superficial, por ocultar en un supuesto casticismo su falta de rigor. Con
Primo de Rivera, el “Ganso Real”, Unamuno se despacha a gusto en numerosos
sonetos como este: “Fuera de tu casino, tu cotarro,/ no había mundo para ti,
mastuerzo”, que finaliza así: “Vuelve a ser nadie ya, pero muy pronto,/ que si
no hasta tus mismos asistentes/ te dirán: ¡Tonto! ¡Tonto! ¡Tonto!”.
Y en el
comentario al soneto “No hay un puñado de tierra perdido”, referido al
desastre de Marruecos, Unamuno escribe: “¡Tumbas! Eso es lo que hemos sembrado
por el mundo; eso es lo que dejaremos en Marruecos: Que no será la cuna de
ningún español que nos ensanche el cielo”. En París Unamuno continuará
escribiendo sonetos combativos. En uno de ellos se lamenta por la muerte de
unos jóvenes revolucionarios condenados a garrote vil; y se manifiesta contra
la pena de muerte, a la vez que se burla de Alfonso XIII al que le parece que
esta manera de aplicar la pena es muy humana pues se lleva a cabo sin “efusión
de sangre”.
Han pasado
doce años de su destierro isleño. Es el 12 de octubre de 1936 y Unamuno, rector
honorífico de la Universidad de Salamanca, sale de su casa para dirigirse al
paraninfo de la Universidad, donde va a tener lugar un acto académico en
conmemoración del Día de la Raza. En su bolsillo lleva una carta en la que la
mujer del pastor protestante Aquilino Cocó, su amigo, le ruega que interceda
por su esposo ante Franco. Para entonces, Unamuno, que había apoyado el
golpe de estado militar, ya sabe que la misión de los golpistas no es defender
la República, sino reprimir a sus oponentes. Ha sufrido el asesinato de
queridos amigos como Casto Prieto Carrasco, alcalde republicano de Salamanca, y
sabe que de nada sirve su intercesión con el generalísimo.
Unamuno
siempre estuvo comprometido con la cuestión social. A finales del siglo XIX
había ingresado en el PSOE y había escrito en publicaciones como La lucha
de clases, de Bilbao. Cuando se proclamó la II República Unamuno es reconocido
fuera y dentro de España como uno de los más grandes intelectuales. La
República lo había nombrado “Ciudadano de Honor”. Pero Unamuno no se doblega ni
se acomoda a las circunstancias. Abomina de los desmanes revolucionarios que
condujeron a la quema de conventos. Critica la consideración de vascos y
catalanes como nacionalidades oprimidas, lo que para él significa “envenenar la
historia y falsearla”.
Conocemos lo
que sucedió aquel 12 de octubre a partir de testimonios de testigos
presenciales y de distintos estudios y análisis. En el estrado del paraninfo,
se hallaba presidiendo la primera dama, Carmen Polo, pues su esposo se había
convertido en Jefe de Estado hacía dos semanas. La sede oficial de Franco se
ubicaba en el palacio arzobispal, cedido por monseñor Pla y Daniel, quien
también ocupaba su puesto en el estrado, junto al general José Millán Astray,
fundador de la Legión y responsable de la propaganda del Cuartel General del
generalísimo Franco. Habló en primer lugar el decano de la Facultad de
Filosofía y Letras, y a continuación el profesor Francisco Maldonado, quien se
refirió a catalanes y vascos calificándolos, entre otras cosas, de
“explotadores del hombre y del nombre español”. Unamuno sacó de su bolsillo un
papel que desdobló –la carta de la mujer de Aquilino Cocó– y allí comenzó a
anotar algunas palabras. Después intervino, con un florido discurso, José
María Pemán, intelectual invitado. No estaba previsto que Unamuno hablase pero,
como él mismo dijo, le habían tirado de la lengua:
“Se ha hablado
aquí de guerra internacional en defensa de la civilización cristiana; yo mismo
lo he hecho otras veces. Pero no, la nuestra es sólo una guerra incivil. (…)
Vencer no es convencer y hay que convencer sobre todo, y no puede convencer el
odio que no deja lugar para la compasión.
Y continuó
hablando indignado por lo que se había dicho contra catalanes y vascos:
“Y yo, como
sabéis nací en Bilbao, soy vasco y llevo toda mi vida enseñándoos la lengua
española, que no sabéis. Eso sí es Imperio, el de la lengua española y no…”.
Fue aquí cuando Millán Astray gritó: “¡Mueran los intelectuales!”; y también
“¡Viva la muerte!”, aunque el momento exacto varía según las versiones. En La isla del viento Manuel Menchón
recrea admirablemente la tensión de la escena: “Os falta razón y derecho en la
lucha. Es inútil pediros que penséis en España”, dice Unamuno, cuya exclamación
“¡venceréis, pero no convenceréis!”, se hará famosa en todo el mundo.
Magnífica escena de Jose Luis Gómez/Unamuno saliendo apresuradamente del Paraninfo de la Universidad de Salamanca
Después de
aquellos hechos Unamuno vivirá confinado en su casa, bajo vigilancia, hasta el
día de su muerte, el 31 de diciembre de 1936. Continuó trabajando hasta el
final. Escribió apuntes para lo que sería su libro El resentimiento
trágico de la vida. Volvió a la poesía y al soneto. El 21 de diciembre escribe:
“Cuán me pesa esta bóveda estrellada/ de la noche del mundo, calabozo/ del alma
en pena”. El último soneto está fechado el 28 “–día de inocentes–“ y acaba con
el verso “del tiempo al fin la eternidad se adueña”.
La Isla del Viento participó en la
sección oficial del XXX Festival Internacional de Cine de Mar de Plata, en
noviembre de 2015. Se proyectó en el Festival de Cine de Málaga de 2016, el 23
y el 25 de abril, en la sección Premier. Y en el Festival de Cinéma de Mémoire
Commune de Nador ha obtenido el Premio al Mejor Guión de Largometraje, y la
Mención Especial del Jurado Científico. La película se estrenará en salas
comerciales el 18 de noviembre de 2016.
Aparece un
personaje femenino, la argentina Delfina Molina, “Lo más increíble es que todo
es verdad. Delfina Molina fue una poetisa, intelectual y sufragista argentina.
Es muy interesante como personaje, pero tenía una visión de la realidad muy
rara. Las cartas entre ambos se conservan. Las encontramos en el archivo de
Salamanca y son muy romanticonas. Fue una relación epistolar de décadas. De
parte de él dándole consejos literarios que ella interpretó como que era el
amor de su vida”. Una de las escenas sucede en el paraninfo (salón de actos) de
la Universidad de Salamanca donde Unamuno pronuncia un discurso clave: “Es real
y todos los personajes históricos que aparecen en la escena también. No hay
nada inventado. Fue lo que pasó y se rodó donde pasó”.“El que lo interrumpe
gritando era José Millán- Astray, el creador de la legión extranjera española
donde su segundo era Francisco Franco. El papel que tiene en la mano Unamuno
era una intercesión de la esposa de un pastor protestante que le pedía por la
vida de su marido acusado de masón. En ese papel escribió los apuntes como
respuesta a los discursos fascistas que estaba presenciando. La secuencia se
conservó taquigráficamente”, relata José Luis Gómez.
Gómez nos pone
en el marco de lo que pasaba: “Millán- Astray quería matar a Unamuno, pero era
el intelectual más importante español y tenía todos los medios extranjeros a su
favor. Siempre estuvo en contra del poder, incluso fue nominado al Nobel, pero
en aquél tiempo tenía que tener el apoyo del gobierno y no lo tuvo. Él apoyó el
golpe de Franco porque creyó que la república se desmadraba tras el asesinato
de Calvo Sotelo y la quema de conventos. Lo que hace en el paraninfo es un acto
de expiación. Se dio cuenta que sus alumnos, los catedráticos y sus amigos eran
fusilados. Delante del dragón se planta y se lo dice. Fue un acto cívico muy
valiente. Carmen Polo, la esposa de Franco y el obispo de Salamanca lo ayudaron
a salir porque si no las hordas se lo hubieran cargado allí y hubiera sido
letal para el movimiento porque recién habían matado a Federico García Lorca”.
Gómez afirma
que “Como hombre de teatro y cine tengo una relación seria con la gran palabra
de los poetas, los grandes creadores, pero es raro encontrar en otra figura lo
creativo y personal y unirlo a un coraje civil de una estatura extraordinaria.
Era rigorista, juzgador, implacable, pero generoso. Es un Número 1 en la
psicología gestáltica. El director me nutrió de muchísimo material. Y soy muy
parecido. Le he dedicado mi vida a ser actor y director, pero no se puede hacer
todo con técnica. En este caso el ángel bajó. Mi corazón lo sintió durante el
rodaje”.
En tono
clásico que a veces se torna declamatorio, La
isla del viento toma el exilio de Miguel de Unamuno en un paraje desértico.
Entre personajes y anécdotas reales, el realizador Manuel Menchón desliza
comentarios sobre la educación de la época y la pobreza de aquellos que no
pueden acceder ni siquiera a los recursos básicos, como el agua. El gran pilar
de este filme es José Luis Gómez, quien carga el peso del personaje y lo
encarna con soltura. Es en la penúltima escena cuando alcanza su cenit, con un
discurso de alta actualidad. No se la pierda.
Apoyo documental, entrevistas a Unamuno de
1936
En entrevista
a Tharaud, Unamuno declarará: “Tan pronto como se produjo el movimiento
salvador que acaudilla el general Franco, me he unido a él diciendo que lo que
hay que salvar en España es la civilización occidental cristiana y con ella la
independencia nacional, ya que se está aquí, en territorio nacional, ventilando
una guerra internacional. (...) En tanto me iban horrorizando los caracteres
que tomaba esta tremenda guerra civil sin cuartel debida a una verdadera
enfermedad mental colectiva, a una epidemia de locura con cierto substrato
patológico-corporal. Las inauditas salvajadas de las hordas marxistas, rojas,
exceden toda descripción y he de ahorrarme retórica barata. Y dan el tono no
socialistas, ni comunistas, ni sindicalistas, ni anarquistas, sino bandas de
malhechores degenerados, excriminales natos sin ideología alguna que van a
satisfacer feroces pasiones atávicas sin ideología alguna. Y la natural
reacción a esto toma también muchas veces, desgraciadamente, caracteres frenopáticos.
Es el régimen del terror. España está espantada de sí misma. Y si no se
contiene a tiempo llegará al borde del suicidio moral. Si el miserable gobierno
de Madrid no ha podido, ni ha querido resistir la presión del salvajismo
apelado marxista, debemos tener la esperanza de que el gobierno de Burgos
tendrá el valor de oponerse a aquellos que quieren establecer otro régimen de
terror. (...) Insisto en que el sagrado deber del movimiento que gloriosamente
encabeza el general Franco es salvar la civilización occidental cristiana y la
independencia nacional, ya que España no debe estar al dictado de Rusia ni de
otra potencia extranjera cualquiera, puesto que aquí se está librando, en
territorio nacional, una guerra internacional. Y es deber también traer una paz
de convencimiento y de conversión y lograr la unión moral de todos los
españoles para restablecer la patria que se está ensangrentando, desangrándose,
envenenándose y entonteciéndose. Y para ello impedir que los reaccionarios se
vayan en su reacción más allá de la justicia y hasta de la humanidad, como a
las veces tratan. Que no es camino el que se pretenda formar sindicatos
nacionales compulsivos, por fuerza y por amenaza, obligando por el terror a que
se alisten en ellos, ni a los convencidos ni convertidos. Triste cosa sería que
el bárbaro, anti-civil e inhumano régimen bolchevístico se quisiera sustituir
con un bárbaro, anti-civil e inhumano régimen de servidumbre totalitaria. Ni lo
uno ni lo otro, que en el fondo son lo mismo”, entrevista de octubre de 1936
recluido en su casa de Salamanca.
En entrevista
concedida por Unamuno a Kazantzakis:
“En este
momento crítico del dolor de España, sé que tengo que seguir a los soldados.
Son los únicos que nos devolverán el orden. Saben lo que significa la
disciplina y saben cómo imponerla. No, no me he convertido en un derechista. No
haga usted caso de lo que dice la gente. No he traicionado la causa de la
libertad. Pero es que, por ahora, es totalmente esencial que el orden sea
restaurado. Pero cualquier día me levantaré —pronto— y me lanzaré a la lucha
por la libertad, yo solo. No, no soy fascista ni bolchevique; soy un solitario”.
En entrevista
concedida a Lorenzo Giusso:
“La barbarie
es unánime. Es el régimen de terror por las dos partes. España está asustada de
sí misma, horrorizada. Ha brotado la lepra católica y anticatólica. Aúllan y
piden sangre los hunos y los hotros. Y aquí está mi pobre España, se
está desangrando, arruinando, envenenando y entonteciendo...”