Una obra de Pieter Bruegel el Viejo (Breda 1525-Brabante 1569), Camino al Calvario (Museo Kunsthistorisches, Viena), inspira El molino y la cruz, película de gran potencia visual dirigida por Lech Majewski, que narra una historia de la Pasión de Cristo situada en Flandes bajo la ocupación española de 1564. Entre los personajes retratados se encuentra el propio Pieter Bruegel (interpretado por Rutger Hauer), su amigo y coleccionista de arte Nicholas Jonghelinck (Michael York) y la Virgen María (Charlotte Rampling).
Excelente fotografía, sobrecogedora luz, teatral puesta en escena, estupendos actores, reducida lectura.
La película tiene todos los elementos para impactar, pero discrepo de la simpleza de una lectura dialéctica de la escena, por reduccionista. Majewski nos muestra dos mundos contrapuestos: el mundo del trabajo, del progreso y del dominio humano (el molino) y el mundo de la fe (la cruz), que en este caso es injustamente identificado con el inocente que muere a manos del imperialismo, la tiranía, la violencia, la injusticia simbolizada por los soldados de casacas rojas de Felipe II -el rey de la Contrarreforma católica-.
Desprestigio de la fe, giro de la mirada desde Cristo hacia Simón de Cirene, como centro de la interpretación reductiva de una magnífica obra de arte de Bruegel. Sinsentido de la fe. Y todo ello envuelto en el imperceptible manto de la estética flamenca más bella..., heredera de El Bosco, aunque más moderna y realista de concepción, más irónica, más alegre.
Me pregunto si durante veintiún siglos la inteligencia de los cristianos ha creído de forma tan reiterada e impune en un sinsentido,lo que demostraría cerebros castrados -contados por millones, durante siglos-, o si más bien estamos delante de una lectura reductiva de una obra de arte en términos de una dialéctica tan burda y tan antigua como la gnóstica, o tan simple como la de la rebeldía política contra el opresor.
La película El molino y la cruz se presentó ayer en la Semana de Cine Europeo de Mallorca, de Aquelarre Producciones.
Otras obras de Brueguel el Viejo:
La caída de los ángeles rebeldes, 1562 (fragmento)
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