Título original: Chappaquiddick. Director: John Curran. Guión: Taylor Allen, Andrew Logan. Intérpretes: Jason Clarke, Kate Mara, Bruce Dern, Ed Helms, Jim Gaffigan, Taylor Nichols, John Fiore, Andria Blackman, Tamara Hickey. Productora: Apex Entertainment. Música: Adam Wiltzie Fotografía: Maryse Alberti. País: EE.UU. Duración: 107 min. Público: Todos.
De la presión y ambición paterna no sale necesariamente un buen hombre ni mucho menos un buen político. Nuestro tiempo tiene una necesidad visceral de autenticidad y de integridad porque nos hemos acostumbrado a la mentira. El Kennedy llamado a alcanzar la presidencia de los Estados Unidos vio cómo todo se desmoronaba tras un accidente lleno de sospechas. Ahora se estrena una película sobre el misterioso caso, sin aclarar todavía.
Ted era el último Kennedy. Su hermano John (JFK) había sido asesinado en 1963 en pleno mandato y Bob corrió la misma desgracia en 1968, 80 días después de anunciar su carrera a la presidencia. Ted, el pequeño de nueve hermanos, era ahora la nueva obsesión de la sociedad americana, que veía a los Kennedy como lo más parecido que tendría jamás a una familia real. JFK ya lo había anunciado con convicción profética en 1957: “Yo me metí en política porque Joe [el hermano mayor] murió [durante la Segunda Guerra Mundial]. Si algo me ocurriera a mí mi hermano Bobby emprendería su carrera política. Y si Bobby muriese Teddy le tomaría el relevo”.
El 79 % de los estadounidenses respaldaba su futuro presidencial y el presidente Nixon se obsesionó con cronometrar sus apariciones en televisión y ponerle detectives. Pero el 18 de julio de 1969 un suceso tan fortuito, y tan supuestamente apolítico como un accidente de coche con un muerto, truncó para siempre su futuro como presidente.
Ese día, 12 personas (6 mujeres y 6 hombres) se reunieron para un fin de semana informal en la isla de Chappaquiddick (Massachusetts), todos integrantes del séquito del senador Ted Kennedy, ellas profesionales que habían trabajado en sus campañas electorales. Tras parar a comer almejas fritas, Kennedy y su ayudante Crimmins abastecieron la cabaña con tres botellas de vodka, cuatro de whisky escocés, dos de ron y un par de packs de cervezas.
Los actores Jason Clarke y Kate Mara dan vida a Ted Kennedy y Mary Jo Kopechne en la película 'El escándalo Ted Kennedy', de John Curran
Después de la fiesta salió junto a una de las asistentes, Mary Jo Kopechne, para alcanzar el ferry de vuelta y tuvo un accidente con el fallecimiento de Mary Jo. En el juicio, Kennedy anunció cómo se declaraba. “¿Puede repetirlo?”, solicitó el alguacil. “Culpable”, confirmó en voz alta. Culpable de abandonar la escena del accidente. Los asistentes se removieron. El juez suspendió la sentencia al considerar que Kennedy ya había sufrido mayores consecuencias punitivas que las que el tribunal podría imponerle. Tras diez minutos de declaración, el caso quedó cerrado. Pero a lo largo de su carrera política siempre estuvo el episodio no esclarecido de Chappaquiddick y el manejo de la opinión pública.
Mary Jo Kopechne
El trato de favor que rodea a un político ya conocido, senador y con carrera prometedora desde el minuto 1 de lo sucedido. Los aforamientos, los paréntesis, las inconsistencias y contradicciones en las declaraciones, las salvedades y las maquinarias de protección cuando hay que asumir algo mal hecho que puede cambiarte la vida. La presión paterna, la construcción y de-construcción propia, la pregunta final sobre si soy o no íntegro, o todo es parafernalia. La hora de la verdad.
«Creo que sus grandes expectativas de convertirse en presidente le hicieron entrar en pánico y simplemente quería irse a casa, meterse en la cama, esfumarse y que alguien se lo solucionase. Otra parte de él, sin embargo, sabía que no estaba bien mentalmente, que su carrera había acabado, que estaba en shock. Pero no se le podía defender de ninguna manera: si estaba en shock, si estaba todavía estaba ebrio y sabía lo que hacía... no importa realmente. Lo que importa es que su primer instinto fue salvarse a sí mismo y no a la otra persona», concluye John Curran, director de El escándalo Ted Kennedy. Para pensar.
«Creo que sus grandes expectativas de convertirse en presidente le hicieron entrar en pánico y simplemente quería irse a casa, meterse en la cama, esfumarse y que alguien se lo solucionase. Otra parte de él, sin embargo, sabía que no estaba bien mentalmente, que su carrera había acabado, que estaba en shock. Pero no se le podía defender de ninguna manera: si estaba en shock, si estaba todavía estaba ebrio y sabía lo que hacía... no importa realmente. Lo que importa es que su primer instinto fue salvarse a sí mismo y no a la otra persona», concluye John Curran, director de El escándalo Ted Kennedy. Para pensar.
Un submarinista inspecciona el automóvil ocho horas después de que se hundiera con el senador Kennedy al volante y la joven Mary Jo Kopechne, de 28 años, que murió en el accidente.